El reciente encuentro del G20, que reunió a las principales economías del mundo en la ciudad india de Goa, terminó con faltantes significativos en varios temas críticos para el crecimiento económico global y la equidad social. Entre los asuntos más debatidos estuvieron la transición energética y el establecimiento de impuestos para los más ricos. Sin embargo, la conferencia no logró alcanzar ningún consenso ni compromisos firmes en estos aspectos clave, lo que genera incertidumbre acerca de los avances futuros en materia de sostenibilidad y justicia fiscal, dos temas que afectan directamente a los países participantes.
Uno de los temas que más atención generó fue la transición hacia fuentes de energía más limpias, un proceso vital para cumplir con los objetivos climáticos globales y limitar el calentamiento global. A pesar de la creciente presión internacional, especialmente de organizaciones ecologistas y de los países más vulnerables al cambio climático, no se alcanzó un acuerdo formal en el G20 para acelerar el uso de energías renovables en las economías más avanzadas. Las discrepancias entre los países industrializados y las economías emergentes sobre cómo financiar esta transición parecen haber sido uno de los principales obstáculos.
Otra cuestión que quedó sin resolverse fue la posible instauración de un «impuesto a los ricos», una medida destinada a reducir las desigualdades económicas que se han ensanchado en los últimos años, exacerbadas por la pandemia de COVID-19 y la inflación mundial. Si bien algunos países, como Estados Unidos y miembros de la Unión Europea, han sido firmes defensores de este tipo de gravámenes, otros, especialmente entre las economías emergentes, han mostrado reticencia debido a su temor de desalentar inversiones locales y extranjeras. Esta falta de coordinación y consenso impide un progreso más uniforme en materia de imposición fiscal justa a nivel global.
A la salida del encuentro, varios líderes mostraron su decepción por la falta de resultados concretos, aunque matizaron que las conversaciones seguirán en foros multilaterales. Un portavoz del G20 señaló que, si bien no se cerraron acuerdos concretos, algunos países sí mostraron disposición a continuar evaluando estas cuestiones en futuras reuniones. Sin embargo, algunos críticos consideran que las promesas de abordar estos temas en el futuro quedan demasiado abiertas y podrían ser postergadas indefinidamente ante las diferentes prioridades que enfrentan los gobiernos.
En conclusión, aunque el G20 tiene la capacidad de definir líneas de acción globales, la reunión de Goa reveló nuevamente las profundas divisiones entre los países miembros en aspectos claves relacionados con el futuro económico y la sostenibilidad. En particular, la falta de un acuerdo sobre la transición energética y la imposición a los más ricos demuestra que aún queda un largo camino por recorrer para afrontar los retos que plantea el siglo XXI.