El G20, el foro internacional que reúne a las principales economías del mundo, ha logrado finalmente consensuar una declaración final, aunque marcada por mínimos acuerdos, en el marco de su cumbre más reciente. Las tensiones globales, la creciente influencia de discursos populistas y las disputas geopolíticas jugaron un papel fundamental en los resultados limitados de esta reunión. Sin embargo, el notable protagonismo de Argentina en la cita internacional no pasó desapercibido, con el candidato presidencial Javier Milei destacándose por su postura polémicamente alineada con el estilo del expresidente de Estados Unidos, Donald Trump.
En este contexto, Milei se destacó por su retórica desafiante y su discurso fuertemente crítico de los organismos internacionales y las posturas oficialistas globales. El economista y político argentino ha venido ganando notoriedad tras su sorprendente resultado en las recientes PASO (elecciones primarias), y su intervención en la reunión del G20 no hizo más que reforzar su imagen como una voz disidente en el panorama político internacional. El líder de La Libertad Avanza ha manifestado opiniones que simpatizan con una estrategia aislacionista y un enfoque basado en la «primacía de la nación», lo que ha generado analogías inmediatas con el estilo que caracterizó a Trump durante su mandato.
Por su parte, Joe Biden, actual presidente de los Estados Unidos, tuvo una intervención irregular en la cumbre, marcada por una presencia casi periférica. Aunque su gobierno sigue teniendo un rol clave en las discusiones globales, la aparente ausencia del mandatario, tanto física como discursiva, fue notoria. Esto ha generado especulaciones sobre cómo la política exterior de Estados Unidos puede estar siendo influenciada por las preocupaciones internas, especialmente en un año preelectoral con desafíos económicos y geopolíticos importantes. En contraposición, China tomó un papel algo más activo en las conversaciones, acentuando su política económica expansiva y buscando afianzar su rol como una superpotencia económica global.
El documento final de la reunión del G20 se limitó a declaraciones generales sobre el mantenimiento de la estabilidad financiera internacional, la sostenibilidad ambiental y la cooperación global, sin llegar a acuerdos profundos o imponer nuevas medidas concretas. La falta de consenso sobre algunos de los temas más urgentes, como la crisis climática o la regulación financiera internacional, reflejó las tensiones crecientes entre las grandes potencias y la dificultad de conciliar posiciones dispares en un escenario global cada vez más polarizado.
El resultado evidente de esta cumbre es la creciente dificultad que enfrentan los líderes mundiales para llegar a acuerdos sólidos en un entorno fragmentado, donde figuras disruptivas como Milei ganan protagonismo y las potencias tradicionales, como Estados Unidos, parecen estar atravesando una fase de repliegue o dudas estratégicas.