Estados Unidos busca separar a Google de su navegador Chrome en batalla por prácticas anticompetitivas

En un movimiento que podría cambiar drásticamente el ecosistema digital global, el Departamento de Justicia de los Estados Unidos ha solicitado a un tribunal que obligue a Alphabet Inc., la empresa matriz de Google, a desprenderse de su popular navegador web, Chrome. La medida se presenta como parte de una demanda más amplia que acusa a la compañía tecnológica de prácticas anticompetitivas relacionadas con el dominio de su motor de búsqueda en línea y los acuerdos de exclusividad que mantiene con otros gigantes tecnológicos.

Esta acción forma parte de un caso antimonopolio que comenzó en 2020, cuando el gobierno estadounidense denunció a Google por abusar de su posición dominante. En particular, el Departamento de Justicia argumenta que Google emplea acuerdos exclusivos con fabricantes de dispositivos, sistemas operativos y navegadores para consolidar su posición en el mercado. Chrome ha sido señalado como una herramienta clave en la estrategia de Google, ya que controla más del 60% del uso de navegadores web en el mundo, según datos recientes.

La acusación sostiene que esta práctica ahoga la innovación y limita la competencia, dado que otras herramientas y navegadores no pueden acceder a las mismas oportunidades de visibilidad y distribución. Además, diversos competidores de Google respaldan estas alegaciones, planteando que el gigante tecnológico también monopoliza el acceso a los datos de navegación, obteniendo una ventaja injusta en el mercado publicitario, una de sus principales fuentes de ingresos y donde también domina.

Expertos legales y analistas del sector advierten que forzar una escisión como la de Chrome marcaría un antes y un después en la regulación de grandes compañías tecnológicas. Aunque la legislación antimonopolio ha tenido históricamente precedentes relevantes, como el caso de Microsoft en los años 90, este sería un paso sin precedentes en el ámbito de la economía digital. El impacto potencial sobre los inversores también es significativo, ya que Alphabet podría ver divididas sus líneas de negocio con una posible reconfiguración de su estrategia corporativa.

Por su parte, Google rechaza las acusaciones y asegura que su éxito se debe a la elección de los consumidores y no a prácticas desleales. La compañía insiste en que su modelo fomenta la competitividad y beneficia a los usuarios al ofrecer productos y servicios tecnológicos eficientes y de calidad.

El caso, que se perfila como una de las batallas legales más importantes en el ámbito tecnológico de los últimos años, podría tener implicancias profundas tanto para la relación entre grandes corporaciones y reguladores como para el futuro del mercado digital global. El proceso aún está en sus etapas iniciales, y se anticipa un largo camino de disputas legales y posiblemente acuerdos extrajudiciales antes de alcanzar una resolución definitiva.

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