En el marco de un análisis económico sobre los 25 años que Vladimir Putin ha estado en el poder, se destacan los profundos cambios y desafíos que ha afrontado la economía de Rusia durante este periodo. Bajo su liderazgo, el país evolucionó de una economía devastada tras el colapso de la Unión Soviética hacia una etapa de relativa estabilidad económica, aunque con matices de vulnerabilidad marcados por su dependencia de las materias primas y las sanciones impuestas por Occidente.
En sus primeros años como presidente, Putin se benefició de los elevados precios globales del petróleo y el gas, recursos clave que representan la base económica de Rusia. Estos ingresos permitieron al gobierno fortalecer las reservas internacionales y sanear parte de los problemas financieros heredados de la década anterior. Según analistas, esta bonanza contribuyó a un crecimiento del PIB sostenido en sus primeros mandatos, llevando a muchos a considerar esta etapa como la década dorada de la economía rusa.
Sin embargo, la misma estructura económica que fue su fortaleza inicial se convirtió en un talón de Aquiles con el tiempo. La fuerte dependencia de las exportaciones de hidrocarburos dejó al país expuesto a la volatilidad de los precios internacionales. Esta vulnerabilidad quedó en evidencia especialmente en 2014, cuando la anexión de Crimea desencadenó duras sanciones económicas por parte de Estados Unidos y la Unión Europea. Las restricciones externas, junto con la caída global de los precios del petróleo, llevaron a una recesión y evidenciaron las limitaciones de un modelo económico basado principalmente en recursos naturales.
Otro aspecto destacado ha sido la creciente centralización y la participación del Estado en sectores estratégicos. Durante el mandato de Putin, muchas empresas privadas fueron nacionalizadas o enfrentaron una presión significativa para alinearse con los intereses oficiales. Esto generó críticas de expertos que señalan que la falta de competencia y la corrupción han limitado la diversificación y el dinamismo económico necesarios para un crecimiento sostenido y robusto en el largo plazo.
En los últimos años, y particularmente tras la invasión de Ucrania en 2022, la economía rusa ha estado bajo una intensa presión. Nuevas sanciones internacionales han impactado significativamente en sectores cruciales, mientras que el desacoplamiento con los mercados occidentales ha obligado a Rusia a redirigir su comercio e inversiones hacia Asia, principalmente hacia China e India.
Aunque el Kremlin asegura que la economía ha resistido estas adversidades, los analistas advierten que los costos de esta estrategia seguirán siendo altos. Entre las preocupaciones actuales se encuentran la contracción del acceso a tecnología, la fuga de capitales y el estancamiento en la modernización de su estructura económica, lo que plantea incertidumbre sobre la sostenibilidad de este modelo en el futuro. Bajo estos desafíos, el balance económico de los 25 años de Putin presenta luces y sombras que definirán su legado en esta esfera.