El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, ha reavivado el proyecto para la construcción de un canal interoceánico que conectaría el océano Atlántico con el Pacífico, una alternativa potencial al famoso Canal de Panamá. En esta ocasión, Ortega ha ofrecido a China la posibilidad de colaborar en este megaproyecto, según la información divulgada en medios internacionales. Esta iniciativa había quedado en suspenso desde 2014, cuando una firma china, HKND Group, encabezada por el empresario Wang Jing, fue inicialmente seleccionada para llevar a cabo la obra, pero el avance del proyecto fue detenido por diversas razones, incluidas dificultades técnicas, financieras y demoras en la obtención de permisos.

El gobierno nicaragüense parece estar apostando por captar el interés estratégico de China, considerando el creciente papel del país asiático en los proyectos de infraestructura global, en el marco de su ambiciosa iniciativa de la Franja y la Ruta de la Seda. Este megaproyecto canalero, calculado en aproximadamente 50.000 millones de dólares, podría representar un punto de inflexión para Nicaragua. Si se lleva a cabo, no solo aumentaría el flujo de transporte marítimo internacional, sino que también impulsaría significativamente el desarrollo económico del país centroamericano.

China, por su parte, en los últimos años ha intensificado su presencia e influencia en América Latina, consolidándose como uno de los principales socios comerciales y financieros de diversas naciones de la región. La propuesta de Ortega no sería una idea descabellada desde la óptica de Beijing, que podría ver en este canal una alternativa estratégica para facilitar el comercio con el resto del mundo, evitando depender exclusivamente del Canal de Panamá. Sin embargo, la viabilidad del proyecto aún está por verse, ya que existen múltiples obstáculos financieros, medioambientales y políticos que podrían frenar su desarrollo.

Es sabido que la construcción de un canal de tal magnitud no solo implicaría retos técnicos sobresalientes sino también una fuerte resistencia por parte de las comunidades locales y organizaciones ecologistas. Preocupaciones sobre el impacto ambiental en la región y la reubicación de poblaciones nativas fueron piezas claves en el fracaso anterior del proyecto, puntos que, sin duda, seguirían siendo objeto de un intenso debate en la actualidad.

En conclusión, el ofrecimiento del canal interoceánico a China podría ser una jugada geopolítica interesante en un contexto regional donde tanto la expansión de la influencia china como la apuesta por proyectos de infraestructura que faciliten el comercio global son muy relevantes. No obstante, las dudas sobre la viabilidad del proyecto siguen siendo altas, y habrá que esperar para ver si existe un interés real por parte de las autoridades chinas en este ambicioso proyecto y si se pueden superar los desafíos previos.

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